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En un mundo envuelto en el materialismo, en el que el Dios verdadero parece tener cada vez menos espacio en el corazón de las personas, escuchar que una compañía estatal decida "clamar a Dios" dentro de un país que ensaya un curioso "socialismo del Siglo XXI", es algo que realmente no deja de sorprender.
La noticia que fue difundida por el matutino “La Razón” (Bolivia, 11 de febrero de 2010) a primera vista parecía mentira, exótica y fantasiosa. Según dicha nota, la compañía estatal Electricidad del Caroní de Venezuela habría decidido convocar a sus trabajadores a realizar el 12 de febrero un “clamor a Dios”, esperando el favor del Creador para que llueva y nuevamente suba el nivel de las aguas en las represas dando la posibilidad de generar mayores volúmenes de energía eléctrica.
La invocación de la atención de Dios en un país que se empeña en instituir el socialismo se debió a la desesperación por la angustiosa crisis eléctrica que azota a ese país y que podría llegar a su clímax con un colapso en abril próximo, lo que obligó a tomar una serie de medidas poco ortodoxas, desde disminuir las horas de trabajo en el sector público y prohibir letreros luminosos, hasta pensar en ampliar el fin de semana de viernes a domingo, sugerir darse una ducha en tres minutos, o amenazar con multar a quienes no ahorren energía eléctrica en un país donde lo que sobra es la energía del petróleo y el gas, y por lo tanto, los dólares como para vivir en una verdadera bonanza con los precios tan altos de los hidrocarburos.
Según el comunicado de la empresa hecho público a la prensa, una circular enviada a su personal habría invitado a realizar un “clamor a Dios” el 12 de febrero de 2010 “por el sector eléctrico nacional” y esto, “creyendo que se cumplirá lo que el Señor ha establecido en su palabra”.
Si se realizó o no el anunciado clamor, si llovió o no para que suban las aguas, si la oración a gritos fue escuchada por Dios o no, no se tiene conocimiento. En todo caso, el anuncio del acto, apoyado en la Palabra de Dios, merece un comentario.
A DIOS NO LO IMPRESIONA NI OBLIGA NADIE
Dios, siendo un ser omnisciente, lo sabe todo, lo conoce todo. Nada está ausente de su conocimiento, ni siquiera lo más recóndito de nuestros pensamientos. Él sabe todo lo que necesitamos, aún antes de que se lo pidamos. Si esto es así ¿debemos pedir a Dios? ¿Por qué debemos pedir? ¿Cómo debemos hacerlo? ¿Cuándo clamar a Dios? ¿Hay algún requisito para que nuestra oración o súplica sean escuchadas? Por supuesto. Además, a Dios no lo impresiona ni presiona nadie. Estar en conocimiento de Su Palabra, no garantiza el ser escuchado.
No basta creer en Dios. Hasta los demonios creen en Dios, y tiemblan. Hay que creerle a Dios, para ser escuchado. Hay que amarle, y obedecerle también.
EL PRE-REQUISITO PARA SER ESCUCHADO
Una vez más, no basta ser versado en el conocimiento de la Palabra, o en la existencia de Dios, para invocar su favor y ser escuchado. Lo que mueve la mano de Dios, es la fe. Sin embargo, la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios.
¿Qué significa esto? Simplemente, que hay que conocer la voluntad de Dios, y obedecer sus designios, si es que realmente queremos conseguir su ayuda. No hay que dejar de considerar que los pensamientos de Dios son superiores a los nuestros.
Jesucristo dijo que todo lo que pidiéramos a Dios en Su nombre, él lo haría para glorificar al Padre. ¿Los de aquella empresa, agotaron esta posibilidad?
Pero, Jesucristo dijo también había que permanecer en Él, y su Palabra en nosotros, si es que queríamos que lo que pidiéramos se cumpliera. ¿Estaban los de la empresa, en cumplimiento de los mandamientos de Jesús? Esto es, ¿amar a Dios por sobre todas las cosas, y a su prójimo como a sí mismos?
Mucho más: la Palabra nos enseña también, que muchas veces el ser humano pide a Dios y no recibe, porque pide para su propio deleite, para su necesidad, para salir del paso. Cumplido el propósito, ni se acuerda de su Creador.
Por eso es que muchas veces el orar no funciona, ni que en una situación de desesperación se opte por el clamor, la oración a gritos, pidiendo piedad. Muchos personajes célebres clamaron al Padre, y fueron escuchados. No sé de alguien que hubiera orado o clamado a Dios y estando su corazón lejos de Él, fuera escuchado.
Dios es el pronto socorro para los desvalidos, para los humildes, para los pobres en espíritu. Dios mira de lejos a los soberbios y exalta a los humildes. Dios deja que el hombre cuando cae en altivez de espíritu sufra, para que en su desesperación doble rodilla y humille su corazón, se acuerde de su Creador y tenga la posibilidad de salvar su alma.
ES BUENO ORAR Y CLAMAR, PERO...
¿Es malo orar a Dios? De ninguna manera. Jesucristo mismo enseñó a sus discípulos a orar el Padre Nuestro, como modelo de comunicación con Dios. De hecho, es algo que deberíamos hacer no solo por la mañana o al acostarse, sino en todo momento, descubriendo a Dios en lo grande y en lo pequeño.
¿Es malo clamar a Dios? Tampoco. Dios dijo "clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces” (Jeremías 33:3).
De hecho, Jesucristo mismo clamó al Padre en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Y el Padre no le contestó, porque Su voluntad -por el amor que le tuvo a Ud. que lee este artículo- era que Jesucristo muriera, como lo hizo en la cruz, para redimirnos del pecado y de la muerte segunda, la separación eterna de Dios. Por este horrendo pero supremo sacrificio, cualquiera que reconozca a Jesús como Señor y Salvador, no morirá para siempre (Juan 3:16).
CONDICIONES PARA SER ATENDIDO
Por tanto, ni el pedir en oración y ni en clamor, así sea recordándole a Dios sus promesas, no servirá para ser atendido por Él sino bajo tres condiciones: que quien pide lo haga en genuina humildad; estando en obediencia a Dios; y, que su pedido corresponda a Su voluntad.
Jesús lo sabía y sudaba sangre en el huerto de Getsemaní, la noche que iba a ser entregado dijo: “Padre, si es posible pase de mí esta copa (su muerte), pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Más tarde, sería apresado, ultrajado y crucificado.
Jesús enseñó desde el Padre Nuestro “hágase tu voluntad en el cielo, como en la tierra”. Muchas veces lo que nos agobia, lo que nos estremece, puede ser consecuencia de nuestra desobediencia, pero también puede obedecer a algo que Dios permite que pase para alcanzar un fin superior.
Mucha gente en tiempos del profeta Elías ha debido sufrir por causa de su oración a Dios, que hizo que no lloviera por tres años y medio. Después de ese tiempo, oró fervientemente y la lluvia volvió. Elías estaba en gracia con Dios. Elías contó con el favor de Dios, para hacer ambas cosas, y así cumplir con un juicio de Dios por las herejías de Jezabel y sus hechiceros, a varios cientos de los cuales Elías decapitó, como parte del castigo de Dios a esa región apartada de su Creador.
REFLEXIONES FINALES
Conectando con lo de la empresa venezolana: si bien Dios cumple su Palabra, y da al creyente su recompensa por en la medida de su fe, es cierto también que si no se pide algo de acuerdo a Su voluntad, no lo hará. Pero, no mucho menos cierto es que si lo que se está pidiendo no cumple con un propósito real de buscar a Dios y glorificarle, reconocer errores y tener un propósito real de enmienda:
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14)
¿Sabían los de aquella empresa venezolana, que Dios también había dicho esto?
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