energía porque todo lo hace el hombre para tener fuerza y la fuerza es energía muchas veces mal empleada para su propia destrucción. hambre porque millones de seres no tienen que comer mientras otros hacen guerras y se gastan ingentes cantidades en sostenerlas. de todo un poco lo curioso, lo extraño, lo sorprendente e ignorado.
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domingo, 20 de junio de 2010
"El litio, entre la cocaína y el opio" excelente composición de Marcelo Gonzáles a propo del litio de Afganistán
En días pasados, el periódico New York Times ha informado que en Afganistán se habrían descubierto enormes yacimientos de litio, entre otros minerales valiosos.
Todos ya sabemos que Afganistán es un país sin historia en minería; pero destaca por los altos niveles de corrupción, el tráfico de opio y estupefacientes; las luchas internas entre el gobierno central y los regionales, los intereses que lo gobiernan, y el gran entusiasmo de los talibanes por defender sus recursos naturales de los ocupantes imperialistas.
Esta imagen de un país devastado por la guerra y las invasiones resulta muy similar a la que Bolivia ha vendido los últimos cinco años con mucho éxito pero con algunos matices diferenciadores.
El nuestro es un país con mucha historia en minería; también tiene litio en abundancia, altos niveles de corrupción, exporta cocaína; soporta luchas de poder entre el gobierno central y los regionales, estimula contactos con intereses extranjeros oscuros, y se jacta con orgullo por haber luchado contra la “rapiña” de los invasores imperialistas, para defender sus recursos naturales.
Los talibanes afganos y los masistas bolivianos pueden alegrase recordando la trama de la película “Avatar” de James Cameron, que destaca la lucha de un pueblo, originariamente extraterrestre, por la defensa de sus riquezas naturales frente al avasallamiento de una empresa transplanetaria y capitalista que, acompañada de una potente fuerza armada, fracasa en su empeño de obtener un precioso y lucrativo mineral.
Pero lo irónico del caso es que ni los talibanes o menos los masistas saben qué hacer con semejantes riquezas, luego de haber defendido esos recursos naturales de sus territorios. En la paradoja boliviana, los cortesanos masistas ya se dieron cuenta del monumental error cometido cuando se perdió la gran oportunidad en pleno auge del petróleo (2005-2008) y que ahora saben que necesitan de fuertes inversiones para explotar el mineral y de una avanzada tecnología que sólo el imperio tiene, y que los socios iraníes, norcoreanos, venezolanos y cubanos no la conocen ni la poseen.
El enigmático equipo asesor de Evo Morales muy subrepticiamente le ha sonreído al enemigo imperialista, proponiéndole inaugurar una embajada en Corea del Sur, un “satélite del imperio”, desde la que se introducirá en Bolivia el modelo industrial que permita aprovechar al máximo los recursos de litio. Pero el imperio ya le puso una condición: 100% litio - 0% cocaína, que en términos reales resulta imposible de cumplir. Con la cocaína hasta el cuello, sólo cabe suponer que los bolivianos perderemos, otra vez, una gran oportunidad para lograr la industrialización local de más de la mitad de las reservas mundiales de litio. Entre tanto, nuestros vecinos están empeñadísimos en crear incentivos para atraer inversionistas y operadores internacionales para la industria del litio. Seguro que Chile y Argentina tendrán más éxito a la hora de enriquecer a sus gobiernos y aumentar el nivel de vida de sus poblaciones con la explotación de este mineral, entre otros factores de desarrollo que no son patrimonio del resentimiento político de aquellos socios antiimperialistas.
Afganistán tiene su tubería para exportar opio y Bolivia tiene la suya para despachar cocaína, lo que los ha convertido en países con serios problemas de estabilidad y con democracias muy contaminadas. Nuestra excesiva dependencia de los recursos naturales, incluida la coca, parece ser una maldición irreversible y permanente. Este escenario nos coloca otra vez ante el dilema: atraso con cocaína o desarrollo con litio. Evo tendrá que decidir bien o lo haremos todos los bolivianos y bolivianas haciendo uso de esos mecanismos democráticos que él nos ha enseñado.
miércoles, 9 de junio de 2010
La Razón de LP ha puesto ante nosotros la situación de emergencia que afecta a Aerosur como resultado de la presión oficial
Conviene repasar lo que ocurría antes de la aparición de Boliviana de Aviación (BoA) en el mercado nacional, hace no mucho tiempo. Como consecuencia de la pérdida de los vuelos nacionales e internacionales del LAB, las rutas más importantes quedaron a expensas de una sola empresa: AeroSur.
La compañía dirigida por Humberto Roca no tuvo culpa alguna de haber ofrecido sus servicios sin competencia; al contrario, pese a los altos costos de operación y a otras condiciones desfavorables, mantuvo los vuelos regulares llenando un vacío que hubiese sido catastrófico para los usuarios de este medio de transporte. Es justo señalar también que tal cobertura no estuvo exenta de molestias, aunque esporádicas, para el viajero.
El monopolio nunca es bueno. Los pasajeros se benefician cuando tienen la posibilidad de elegir entre dos o más opciones para trasladarse de un destino a otro, y no solamente se trata de escoger entre ofertas económicas. El servicio mismo se optimiza con la competencia.
Por otro lado, vale la pena recordar que la experiencia en el mundo demuestra que la empresa privada suele eximir a los estados de los perjuicios ocasionados por eventuales brotes de corrupción en la administración pública.
En este sentido, la incursión de BoA en el mercado, como aerolínea subvencionada por el Gobierno, de inicio, es susceptible de todo tipo de suspicacias. Allí radica el mayor reto de la gestión del presidente Morales, en justificar la creación de esta compañía y no sólo volverla sostenible económicamente, sino probar que la gerencia estatal puede ser eficiente. Eso sí sería revolucionario.
Pero además, el Ejecutivo tiene la obligación de tratar de la misma forma a todas las firmas de la aeronáutica comercial. Lo opuesto, el favorecimiento hacia alguna de ellas, sería alentar la competencia desleal en el sector privado y, todavía peor, desde el ámbito público.
Si se busca hacer justicia con AeroSur, la misma vara debería utilizarse para todas las aerolíneas del país. ¿Por qué Transporte Aéreo Militar (TAM) no es sujeto de fiscalización, como lo ha reconocido la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Telecomunicaciones y Transportes?
Que AeroSur trabaje en regla y cumpla la ley, y que el Gobierno no aplique fórmulas arcaicas para ahuyentar a la empresa privada. Ejemplos sobran de países socialistas que toman a ésta por aliada, no por enemiga.
lunes, 7 de junio de 2010
"Que viene el Lobo", nos refiere Harold Olmos al referirse a la crisis energética cuando Bolivia importa lo que antes producía
Hace 32 meses, con un decreto supremo, nacía Papeles de Bolivia (Papelbol), empresa considerada estratégica. Debía estar en funcionamiento en Cochabamba en un plazo de 14 meses, es decir, en marzo del año pasado, y, aunque no se conoce un estudio de factibilidad, se suponía que utilizaría básicamente materia prima nacional. El plazo no se ha cumplido y el uso de materia prima nacional es incierto. El decreto autorizó el desembolso por parte del Estado de Bs 162.393.000 (poco más de $us 20 millones) que, en verdad, es dinero de todos. Pero el 2 de mayo, una empresa con el nombre de Papelbol, Empresa Pública Nacional Estratégica, publicó un aviso en EL DEBER requiriendo propuestas de ‘empresas nacionales e internacionales’ para suministrarle materia prima: fibra virgen, fibra reciclada (papel reciclado blanco de primera y de segunda, cartón reciclado) e insumos químicos. Las propuestas debían ser presentadas hasta el 6 de mayo. Se desconoce si las hubo y si fueron satisfactorias. Llama la atención que más de un año después del plazo en que la obra debía estar funcionando, con materia prima nacional, sus operaciones industriales son aún desconocidas.
Uno de los problemas bolivianos más agudos es la mediocridad (término a veces generoso) en la gestión administrativa oficial. Es un problema relacionado con la educación y la capacitación, y viene de mucho tiempo, es cierto. Pero no se nota que haya esfuerzos en la escala requerida para siquiera paliarlo. Es el caso de los hidrocarburos, industria que genera gran parte del sueldo de los bolivianos. No se conoce de aumentos significativos en la producción de gas o de petróleo, pero sí de la disminución lenta e inexorable, respecto a los volúmenes de hace cinco años.
Un ingeniero petrolero me decía que Bolivia empezó a importar diésel, en 1992, con 64,5 millones de litros. La proyección que él hace para este año es de 780 millones de litros. Comenzamos con un equivalente a 1.127 barriles diarios, cuando empezó a faltarnos ese combustible, para llegar ahora a más o menos unos 13.000 barriles diarios. Por cada barril que importábamos entonces, importamos hoy once y medio barriles. Y eso representa un gasto de aproximadamente un dólar por litro, pero como lo vendemos a precio subsidiado, lo que realmente le costará al Estado esta importación en 2010 serán casi $us 400 millones. El horizonte no es nada halagador. Gran parte de ese diésel viene de Venezuela y, con los aprietos económicos de ese país, nadie asegura que los suministros continuarán como requiere Bolivia. Pues ocurre que no se conoce cuánto se debe por estas importaciones ni tampoco ha sido hecho público algún contrato regulador de ese comercio.
El Gobierno conoce la sensibilidad de los carburantes en toda economía. Por eso hace todo lo posible por no tocarlos. Cuando en años pasados alguien lo intentó, tuvo que dar una acelerada marcha atrás. Pero el camino seguido, con subsidios y declinante producción (deberíamos estar produciendo 67 millones de m3 de gas natural, pero producimos sólo entre 37 mm3 y 41 mm3), equivale a querer pasar la cuesta empujando la pelota con la barriga todo el tiempo, como dirían los brasileños.
Con una agenda política intensa, el Gobierno ha logrado disminuir la atención nacional sobre asuntos vitales. Pero eso no significa que la estrategia funcionará indefinidamente. Los recientes reclamos de los transportistas por aumento de tarifas equivalen al grito: ¡viene el lobo!
* Periodista, http://haroldolmos.wordpress.com