El tema de las próximas negociaciones con Brasil para la ampliación del contrato de compraventa, llamado GSA, que fenece en 2019, llega en un momento incómodo para Bolivia. Expertos consultados por la agencia de noticias ANF dijeron que, en efecto, la circunstancia no es propicia para Bolivia, por varias razones, comenzando por el hecho de que la producción está dando señales de agotamiento.
En efecto, la comunicación oficial que hizo YPFB a la argentina Enarsa, para anunciarle que los envíos de gas a ese país tendrán un volumen menor en 5 millones de m3/d que el convenido, es una muy mala señal. Dicen otros expertos que quizá esa notificación de YPFB selló el momento en que Bolivia ha dejado de ser un proveedor seguro de gas natural para sus vecinos. La ruptura del sueño de ser el centro generador y distribuidor de energía en toda la región.
Los primeros expertos dicen que, respecto del contrato con Brasil, que debe ser renovado, tiene la desdicha de que ese país se ha ido liberando de la dependencia que tenía respecto del gas boliviano. Cuando comenzó el contrato, Bolivia proveía a Brasil el 70% del gas que ese país consumía, pero ahora el gas boliviano solo representa un 30% de ese consumo. Es que han pasado cerca de 20 años desde que comenzó la venta y desde entonces muchas cosas han ocurrido en Brasil, comenzando con que aumentó su producción interna y que, a raíz de unos bloqueos que pusieron en duda la llegada del gas boliviano, fueron construidas plantas de regasificación en tres puertos para recibir gas natural licuado de ultramar.
Si faltara algo en este panorama, ahora las represas de las plantas hidroeléctricas están repletas, hay proyectos para energía eólica y solar, como en muchos otros países. Por lo tanto, habrá que tener cuidado en la negociación. Cualquiera sea el gobierno que esté a cargo en Brasil, sus expertos saben que en Bolivia se está sintiendo el agotamiento de las reservas y que ellos necesitan otras opciones, pero sobre todo seguridad en la provisión.
Argentina lo muestra ahora, cuando está recibiendo, a través de Chile, un gas natural producido en Estados Unidos, que cuesta más del doble que el gas boliviano, pero no tiene otra opción, sobre todo si Bolivia ha dado una demostración de que no puede cumplir su compromiso. Se presenta así un difícil momento para negociar el futuro del gas boliviano
energía porque todo lo hace el hombre para tener fuerza y la fuerza es energía muchas veces mal empleada para su propia destrucción. hambre porque millones de seres no tienen que comer mientras otros hacen guerras y se gastan ingentes cantidades en sostenerlas. de todo un poco lo curioso, lo extraño, lo sorprendente e ignorado.
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viernes, 17 de junio de 2016
martes, 7 de junio de 2016
Carlos Miranda certero como una gran cazador concluye que estamos camino a una debacle económica de grandes proporciones en el sector de hidrocarburos. se olvidó la consigna de "la guerra del gas" industrializar en lugar de exportar. y justamente Evo ha hecho todo lo contrario, "gastar millonadas" en la marcha de exportar...y para cuándo la cacareada industrialización?
Con esa consigna, de la Guerra del Gas, nació el programa de industrialización del gas del actual Gobierno.
Fue fácil movilizar a los alteños con esa consigna, saben poco de gas y mucho de minería. Se les informó que las materias primas para petroquímica estaban saliendo en el gas exportado. Es por eso que hicieron un paralelo recordando la exportación de minerales que por años ha salido del país.
Los que instigaron esa posición alteña no se molestaron en explicar que la exportación de gas no excluye su industrialización, sino que más bien son actividades indispensablemente complementarias al requerirse grandes cantidades de gas para tener suficiente materia prima para hacer petroquímica. Tampoco ilustraron a los alteños que al convenir la venta de gas se acordó que se tendría un polo petroquímico en Puerto Suárez, existiendo el compromiso firmado por Brasil de adquirir 200.000 TM/año de urea.
Por lo anterior, desde comienzos de siglo, Braskem la compañía más grande de polietileno de América Latina, sostenía conversaciones con YPFB a fin de tener en operación para el 2010 un Complejo Petroquímico Binacional en Puerto Suárez para producir fertilizantes, GLP, polietileno y polipropileno.
La llamada “Nacionalización de Hidrocarburos” ahuyentó inversiones extranjeras en el sector. Así Braskem diplomáticamente se alejó de la posibilidad de hacer petroquímica con YPFB en Puerto Suárez. La mejor oportunidad que hemos tenido hasta la fecha por tener un gran gasoducto operando por la localidad y estar en el dintel del mayor mercado petroquímico de América Latina.
La CPE de 2009, retomo el tema de la industrialización de hidrocarburos, instruyó la creación de la Empresa Boliviana de Industrialización de los Hidrocarburos (EBIH) con ese fin.
Mostrando una completa ignorancia sobre el concepto de industrialización, a la flamante empresa se le asignaron una serie de proyectos estrafalarios como ser la construcción de casas prefabricadas de PVC, tapones para garrafas y otros que no obstante haber gastado decenas de millones de dólares, la empresa se convirtió en una entidad intrascendente.
Por este motivo, YPFB con todo el beneplácito del Gobierno tomó el tema con gran entusiasmo como un desafío empresarial. Rápidamente armó un proyecto de fertilizantes nitrogenados de 2.100 TM/d de urea y 1200 TM/d de amoniaco, con un costo de $us 850 millones. Por razones nunca explicadas, el Gobierno decidió que la planta sea instalada en Bulo Bulo, en el Chapare cochabambino. Esa decisión dio inicio a una serie de otras totalmente equivocadas para el buen éxito del proyecto. Queriendo subsanar el error en la ubicación de la planta y eliminar las críticas al respecto, el Gobierno, a un costo de $us 200 millones, decidió construir un ferrocarril de Bulo Bulo a Montero para conectar con la línea Santa Cruz–Puerto Suárez y así llegar al mercado brasileño. Este proyecto, que a la fecha ha costado más de $us 1.100 millones, debía estar en operación el 2015.
También YPFB invirtió más de $us 800 millones para la separación de etano y propano del gas que exporta a la Argentina y utilizar esos compuestos como materia prima para la producción de polietileno y polipropileno.
En diciembre próximo se firmará el contrato de construcción de la planta de polipropileno a un costo de $us 2.200 millones; la inversión más grande que ha realizado el Estado en toda su historia en un proyecto individual. No existen planes definidos sobre el polietileno.
En gran resumen, hasta el 2021, el programa de industrialización de este periodo de cambio nos habrá dejado una planta de fertilizantes, que inclusive con su propio ferrocarril, ha quedado aislada del mercado, y una de polipropileno sin mercado asegurado, en la frontera con la Argentina, todo ello con un costo de más de $us 4.000 millones, inversión efectuada con fondos de las reservas netas del BCB, bajo la figura de créditos blandos a YPFB.
Así el lema “industrializar gas, no exportar” quedó vigente, mal explicado, mal desarrollado y ahora pésimamente implementado, dando las señales que estamos camino a una debacle económica de grandes proporciones en el sector.
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