Vamos a buscar gas hasta en los parques”, fue la expresión casi en un tono desesperado que lanzó el vicepresidente García Linera hace unos días en el marco de un foro petrolero que religiosamente organiza YPFB todos los años con el objetivo de incrementar inversiones en el sector, las mismas que siguen hurañas, por más promesas y ventajas que ofrece el Gobierno de Evo Morales.
La arenga del segundo mandatario se produce después de que se confirmara que la empresa petrolera venezolana PDVSA se va definitivamente del país, luego de varios años de intentos fallidos por iniciar sus trabajos exploratorios en Bolivia, donde según lo afirma la propia empresa “no se han cumplido los compromisos que asumió el Estado Plurinacional”.
Por lo que dice el vicepresidente, por la tozudez demostrada en el TIPNIS y porque el mismísimo Evo Morales les ha dicho tantas veces a los indígenas, que no boicoteen a la industria gasífera del país, se puede deducir fácilmente cuál era el compromiso asumido, el mismo que se expresa con absoluta claridad, ahora que la petrolera nacional argentina YPF se hará cargo de las parcelas que debía explorar PDVSA.
Ni bien habló García Linera de los parques, las repercusiones no se han hecho esperar entre los dirigentes indígenas de las tierras bajas, que hasta ahora han conseguido doblarle el brazo el Gobierno en su intención de intervenir en las reservas naturales, ya sea para construir carreteras, expandir los cocales o, como en este caso, abrirle espacio a las petroleras, objetivos que parecen emparentados. De hecho, en relación al TIPNIS llegó a admitirse que varias compañías extranjeras ya tenían asignadas diferentes áreas para iniciar la prospección de hidrocarburos.
Para el Gobierno, entrar en los parques o en cualquier otro lugar donde haya nuevas reservas de gas se ha vuelto una imperiosa necesidad ya que se ha comprobado que los actuales campos gasíferos en actividad pronto iniciarán su declive. En realidad, hace mucho que debió empezarse en Bolivia un nuevo periodo de inyección de capitales frescos a la industria, la misma que requiere hasta de cinco años hasta que los pozos comienzan a producir en cantidades aceptables. El gas sigue concentrando la mayor porción de las inversiones extranjeras que llegan al país, pero vienen para mantener en actividad los “pozos viejos”, los que corresponden al periodo exploratorio que desarrollaron los gobiernos neoliberales que, en otras palabras, siguen dándole de comer a este país en tiempos plurinacionales en los que se los detesta como a lo peor que parió el mundo.
¿Dónde reside la desesperación? Pues en que se cae todos los días la producción de líquidos, que en parte será paliada por nueva planta separadora de Río Grande, donde se llama industrialización a un proceso muy simple, pero que no deja de ser importante para esta situación de escasez, que nos obliga a importar cantidades adicionales de diesel y a mantener elevado y creciente el nivel de los subsidios, factor que incide también en la reticencia de las petroleras transnacionales a invertir en Bolivia, por más parques que les ofrezcan. Cuando el presidente periódicamente sale a la palestra a despotricar contra la subvención a los combustibles, es porque seguramente le han mostrado el lamentable cuadro que nos mantiene bajo una espada de Damocles.
Y la promesa de entrar en los parques a buscar el gas que nos hace falta y que nos desdibuja las reservas, se ha hace cada vez más difícil, sobre todo cuando entramos en una época electoral.
La arenga del segundo mandatario se produce después de que se confirmara que la empresa petrolera venezolana PDVSA se va definitivamente del país, luego de varios años de intentos fallidos por iniciar sus trabajos exploratorios en Bolivia, donde según lo afirma la propia empresa “no se han cumplido los compromisos que asumió el Estado Plurinacional”.
Por lo que dice el vicepresidente, por la tozudez demostrada en el TIPNIS y porque el mismísimo Evo Morales les ha dicho tantas veces a los indígenas, que no boicoteen a la industria gasífera del país, se puede deducir fácilmente cuál era el compromiso asumido, el mismo que se expresa con absoluta claridad, ahora que la petrolera nacional argentina YPF se hará cargo de las parcelas que debía explorar PDVSA.
Ni bien habló García Linera de los parques, las repercusiones no se han hecho esperar entre los dirigentes indígenas de las tierras bajas, que hasta ahora han conseguido doblarle el brazo el Gobierno en su intención de intervenir en las reservas naturales, ya sea para construir carreteras, expandir los cocales o, como en este caso, abrirle espacio a las petroleras, objetivos que parecen emparentados. De hecho, en relación al TIPNIS llegó a admitirse que varias compañías extranjeras ya tenían asignadas diferentes áreas para iniciar la prospección de hidrocarburos.
Para el Gobierno, entrar en los parques o en cualquier otro lugar donde haya nuevas reservas de gas se ha vuelto una imperiosa necesidad ya que se ha comprobado que los actuales campos gasíferos en actividad pronto iniciarán su declive. En realidad, hace mucho que debió empezarse en Bolivia un nuevo periodo de inyección de capitales frescos a la industria, la misma que requiere hasta de cinco años hasta que los pozos comienzan a producir en cantidades aceptables. El gas sigue concentrando la mayor porción de las inversiones extranjeras que llegan al país, pero vienen para mantener en actividad los “pozos viejos”, los que corresponden al periodo exploratorio que desarrollaron los gobiernos neoliberales que, en otras palabras, siguen dándole de comer a este país en tiempos plurinacionales en los que se los detesta como a lo peor que parió el mundo.
¿Dónde reside la desesperación? Pues en que se cae todos los días la producción de líquidos, que en parte será paliada por nueva planta separadora de Río Grande, donde se llama industrialización a un proceso muy simple, pero que no deja de ser importante para esta situación de escasez, que nos obliga a importar cantidades adicionales de diesel y a mantener elevado y creciente el nivel de los subsidios, factor que incide también en la reticencia de las petroleras transnacionales a invertir en Bolivia, por más parques que les ofrezcan. Cuando el presidente periódicamente sale a la palestra a despotricar contra la subvención a los combustibles, es porque seguramente le han mostrado el lamentable cuadro que nos mantiene bajo una espada de Damocles.
Y la promesa de entrar en los parques a buscar el gas que nos hace falta y que nos desdibuja las reservas, se ha hace cada vez más difícil, sobre todo cuando entramos en una época electoral.
Para el Gobierno, entrar en los parques o en cualquier otro lugar donde haya nuevas reservas de gas se ha vuelto una imperiosa necesidad ya que se ha comprobado que los actuales campos gasíferos en actividad pronto iniciarán su declive.