Se suele utilizar el término “cadena” para indicar el conjunto de los eslabones de la industria petrolera, que van desde la exploración a la comercialización, pasando por la perforación, producción, transporte, refinación, almacenamiento e industrialización. La “nueva” (aunque ya sobreabundantemente violada) Constitución faculta a la empresa pública YPFB a “realizar las actividades de la cadena productiva de hidrocarburos y su comercialización” (Art. 361).
Lo que constatamos, a tres años de la supuesta refundación de YPFB, es un fracaso total justamente en toda la cadena de los hidrocarburos. Ahora se habla de un ‘relanzamiento” de la empresa, en el entendido de que el primer lanzamiento, desde un tercer piso tal vez, no acabó totalmente con la vida de esa empresa, razón por la cual se tratará de relanzarla desde la terraza del edificio. Afortunadamente, el nuevo relanzamiento estaría asistido por la cooperación internacional, incluyendo al vituperado Banco Mundial.
¿Qué falló en el primer lanzamiento? A las explicaciones, una más certera que otras, que se han escuchado (la corrupción escandalosa, la intromisión política, la incompetencia, el peguismo, la opacidad informativa, la CIA), quisiera añadir otra que se ha vuelto actual en los últimos días a raíz de algunas palabras de grueso calibre geopolítico del Presidente del Brasil. En efecto, Lula ha expresado sin metáforas que su país se ha cansado del malhumor de su vecino gasífero y que Brasil está cerca de la autonomía energética.
Por tanto, volviendo a la cadena, creo que un error imperdonable de los responsables de la política energética del país ha sido olvidarse que toda cadena tiene dos extremos y que es imposible “controlar toda la cadena” si un extremo está al otro lado de la frontera. Desde luego esto vale para el gas, como para los textiles; para los minerales, como para la agroindustria. La política insana de buscar enfrentamiento y distanciamiento —más por dogmas ideológicos que por interés nacional— de nuestro mejor, y casi único, cliente, inaugurada con el demagógico decreto de “nacionalización”, ha olvidado que si el otro extremo de la cadena se agita, toda la cadena entra en vibración, sin mencionar que la mano que sacude ese otro extremo es mucho más vigorosa que la débil y aceitada que pretende manejar nuestro extremo sin saber a ciencia cierta cómo hacerlo.
Como consecuencia, las vibraciones generadas en el Brasil (disminución de las compras hasta los volúmenes mínimos contractuales), han sacudido las operaciones de campo (reinyección y quema del gas que no se vende), han puesto en crisis el mercado interno (déficit de líquidos y licuables), disminuido los ingresos fiscales y han encadenado la política energética nacional, mostrando la orfandad de un país que pudo ser, en un pasado no tan lejano, la correa de transmisión de la energía del Cono Sur.
No se trata, desde luego, de ceder el control de nuestro extremo, sino de observar, estudiar, prever y coordinar los movimientos del otro extremo de la cadena, precisamente para evitar que YPFB se hunda con un simple halar de la cadena. Aquella que usaban nuestras abuelas.El autor es físico.© www.columnistas.net
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